Al amor de mi vida, que me inspira a escribir...
Históricamente, las asociaciones religiosas que han preponderado en Occidente buscaron consolidar su poder a través de la influencia que pudieron ejercer entre sus feligreses, apelando constantemente a la observancia de los preceptos divinos que les permitirán alcanzar la gracia divina al amparo paternal del creador; desde que se estableció el ministerio clerical como una práctica institucional, los religiosos fueron superando los límites del poder del Estado que circunscribían los cultos a las esferas privadas, y los jerarcas de las iglesias, particularmente la Iglesia de inspiración cristiana y católica, procuraron una concentración cada vez más grande de poder, sustentada en el espejismo de las revelaciones que dios hacía a cada uno de sus ministros.
En un primer momento, los apóstoles cristianos fueron acremente perseguidos por los romanos, quienes no hacían más que preservar la figura del Estado romano ante los embates de un grupo sectario que revolucionaba los paradigmas sociales del primer siglo; así, los cristianos primigenios fueron perseguidos para someterlos a toda suerte de tormentos, mismos que recibían gozosos pues morían en nombre de la palabra revelada por su maestro nazareno; por ello resistieron la ofensiva pagana hasta la llegada al poder del emperador romano Constantino y el establecimiento del Sacro Imperio Romano Germánico, pues hasta ese momento se permitió la intromisión de los líderes religiosos en la estructura de poder estatal, sentando las bases para la creación del actual Estado Vaticano, no sin haber derramado muchas lágrimas y haber sembrado todo un campo de mártires que, emulando a su maestro Jesús de Nazaret, dieron su vida en nombre de la justicia divina.
Sin embargo, se olvida mencionar que la institución de dicho Estado se llevó a cabo por medio de un embuste, pues en el cisma de Avignon de 1333 se aseguró que el susodicho emperador romano, agradeciendo la ayuda divina prestada para obtener el triunfo por encima de los infieles, había donado los territorios del Estado Vaticano para que ahí se rindiera el culto debido al creador [siglos después se reveló que el documento en el cual se sustentaba la creación del Vaticano era falso... pero eso no importó]; desde ese entonces, el catolicismo ha cobrado un peso considerable en las estructuras sociales de Occidente, puesto que la religión se convirtió en el observador moral por excelencia de los paradigmas de conducta aceptables socialmente y fundamentó la creación de un juzgado supremo que habría de exterminar impertérritamente cualquier tipo de conducta inaceptable que pusiera en riesgo la estructura de las sociedades.
Así, nacen instituciones tan temibles como el Santo Oficio de la Inquisición, que desde el siglo XIV procuraron la observancia de las normas de comportamiento demarcadas en la Biblia y establecieron toda suerte de mecanismos para vigilar, juzgar y sancionar aquellas conductas que se desviaran de lo que Foucault llamara la pastoral cristiana; en ese entonces se reprimía con mucho encono cualquier tipo de expresión amorosa y sexual que no se adecuara a la normatividad heterosexista, en aras de liberar las almas de los desdichados de la condenación eterna por recurrir al ejercicio del nefando crimen de la sodomía; pero el Vaticano no limitó su poder a la influencia que ejercía internacionalmente con el Supremo Tribunal de la Inquisición, sino que comenzó a recibir pingües beneficios económicos por medio del apoyo que brindaba a los Estados nacionales, primero en la península itálica y posteriormente a toda Europa, con lo cual lograron aumentar el peso político del Estado Vaticano, fortalecer las filas de los carabienieri y solidificar su economía.
Con todo, el Estado Vaticano logró consolidar su poder al sumirse en el juego de la política exterior y aliarse con los Estados que prometían la continuidad de las estructuras sociales, en una cínica alternancia que ora apoyaba a algún presidente, ora a algún dictador, siempre que garantizara la posición triunfante del Vaticano... y permitiera la salvación espiritual de la sociedad. Desafortunadamente, la influencia que ejerciera un tribunal tan ignominioso como el Santo Oficio logró arraigarse muy profundo en la conciencia de los individuos y en las estructuras de la sociedad occidental, a tal grado que aún hoy en día se siguen repitiendo los esquemas de censura y escarnio público de los cuales echara mano la Inquisición para reprimir y castigar; la mujer que decide ejercer su sexualidad libremente aún es censurada por "ligera y casquivana"; la que no llega al tálamo nupcial con el sello de garantía sufre la ofensa pública por ser "mujer fácil"; aquél hombre que es homosexual resiente la persecución por cometer el "nefando crimen de la sodomía".
Si bien la Inquisición dejó de existir hace algún tiempo, su estela de odio y discriminación sigue existiendo en la sociedad occidental tal cual si aún siguiera constituido dicho tribunal, y los estragos que ello conlleva ponen en peligro la marcha de la sociedad que intenta alcanzar la igualdad entre individuos, frenando a la vanguardia que intenta elevar las relaciones sociales a un grado más equitativo entre los ciudadanos y limitando la potencia de la legalidad por medio de la coerción ideológica; la división entre Iglesia y Estado en México, que se obtuvo luego de años de lucha en el siglo XIX, actualmente se encuentra en peligro dadas las circunstancias que se han verificado últimamente, pues los religiosos, apelando a la voz que tienen por ser ciudadanos mexicanos, se entrometen descaradamente en asuntos que competen exclusivamente a los políticos y hacen uso de los púlpitos y de los atrios para tratar de incidir en aspectos legales, lacerando seriamente la laicidad del Estado mexicano y procurando reavivar los preceptos que normaban la conducta social hace ya muchos años.
Si se quiere un Estado confesional, en el cual la Iglesia logre tener un peso trascendental en materia social, y si se quiere permitir que los ministros religiosos en nuestro país participen abiertamente en cuestiones políticas, entonces habría que considerar también la posibilidad de establecer un nuevo tribunal como el del Santo Oficio en México que, abiertamente y al amparo de la legislación, establezca nuevamente la observancia de los paradigmas religiosos y garantice la salvación de todas las buenas conciencias mexicanas... olvidemos las violaciones de niños y niñas por parte de sacerdotes pedófilos, así como también las redes de corrupción que existen al interior de la religión, lo importante es observar que los novios no se tomen siquiera de las manos y lleguen vírgenes y castos al matrimonio, para así poder garantizar su acceso al reino de los cielos.
Explico a los lectores que decidí escribir este texto con la intención de evidenciar, sumariamente cuál ha sido el tránsito de la religiosidad en Occidente, para con ello denotar que la misma calidad moral de los líderes religiosos es espuria por añadidura; una religión que se fundamenta en un engaño fehaciente, que enarbola un ideal de ser humano diferente al que se refleja en su conducta y que además inspira al odio y a la violencia por causa de la diferencia, resulta ofensiva para cualquier ser inteligente que logre descubrir la falta de concordancia existente entre la espiritualidad intrínseca de los primeros cristianos y la de los actuales, quienes se preocupan por todo, menos por el acercamiento de sus feligreses a la divinidad; quede así sentado un precedente para la reflexión, y para considerar si acaso es legítimo prestar oídos al discurso homofóbico y causante de odio que la iglesia mexicana está enarbolando actualmente; enarbolar un discurso que incita al odio en aras de defender la "palabra de dios" implica traicionar los preceptos del amor que debería unir a la humanidad en pos de la divinidad... ¡Quiera dios que la luz de la razón y la justicia ilumine el pensamiento de tanto bruto irracional!
El Goliardo. México DF a 17 de enero de 2010. Pa´ cualquier cosa, ya saben dónde localizarme: "el_goliardo@hotmail.com". Gracias.Colectivo Universitario Udiversidad.
0 comentarios:
Publicar un comentario