octubre 03, 2013

Homofobia interiorizada: aún quedaba mucho por decir

Homofobia interiorizada: aún quedaba mucho por decir de Gabriel J. Martín 

Hace tiempo que escribí sobre homofobia interiorizada. Fue en un artículo en la revista Gay Barcelona nº 90 y no era muy extenso, pero la homofobia interiorizada es algo que me encuentro a diario en consulta y, cómo no, en la vida cotidiana así que –ya desde aquel artículo- sabía que me había quedado muy corto al hablar de este problema tan nuestro. La homofobia interiorizada es uno de los conceptos mejor estudiados en lo que llamaríamos “psicología de la homosexualidad” (“gay affirmative psychology”) y ha demostrado estar presente en un porcentaje altísimo de hombres gais y guardar relación con numerosos trastornos y problemas.
         Antes de comenzar, comentaré que, igual que en otras ocasiones donde he hablado de la ortografía de la palabra “gais” (explicando que, en castellano, el plural de “gay” es “gais” como el plural de “jersey” es “jerséis”), haré una puntualización sobre el nombre homofobia interiorizada (en el uso de la lengua, intento ser escrupuloso). En algunos trabajos encuentras que se refieren a este constructo con el nombre de “homofobia internalizada” empleando una traducción directa y casi literal del inglés “internalized homophobia”. Esta traducción, sin embargo, es una patada en la entrepierna de nuestro diccionario porque no existe el verbo “internalizar”. En castellano, la acción de “incorporar a la propia manera de ser, de pensar y de sentir, ideas o acciones ajenas” se expresa mediante el verbo “interiorizar”. Por tanto, la traducción correcta de “internalized homophobia” es “homofobia interiorizada”.

Hacia una definición:
          Si haces un poco de revisión sobre el concepto de homofobia interiorizada (de ahora en adelante, y para abreviar, la llamaremos “IH” tal como se hace en la literatura científica) verás que existen muy diferentes definiciones. Eso no quiere decir que no haya consenso sino que estamos ante un concepto que engloba diferentes componentes y, alguno de éstos, muy distintos. Hay autores que hacen más hincapié en el componente conductual de la IH (los comportamientos de insulto a otros homosexuales más visibles) mientras que otros autores se centran más en componentes emocionales (la vergüenza o culpa que se experimenta) pero, al final, existe un consenso lo suficientemente amplio como para poder decir que estamos seguros de que la homofobia interiorizada se trata de unaactitud. Una actitud es un modo de posicionarse ante algo, una predisposición a juzgar algo en un determinado sentido. Acostumbramos a considerarla un prejuicio en ese sentido de que tiendes a pre-juzgar algo antes de tener toda la información sobre ello. Te posicionas sin haberte informado. Esta actitud puede ser positiva, tendiendo a presentar una imagen mejor de la real  (todos los japoneses son muy trabajadores) o puede ser negativa. En este último caso, solemos llamarla “prejuicio” y es lo que caracteriza a la homofobia (lo que sienten algunos heterosexuales hacia los homosexuales) y a la homofobia interiorizada (lo que sienten algunos homosexuales hacia sí mismos y/o hacia los demás homosexuales).
          Como señalaba en otro artículo, definimos la homofobia interiorizada (IH) como la aversión hacia los propios sentimientos y comportamientos homosexuales, pero también (en una persona homosexual) como la actitud hostil y de rechazo hacia otras personas homosexuales, la denigración de la propia homosexualidad como estilo de vida aceptable, la falta de voluntad para revelar a los demás la propia homosexualidad, la percepción del (y miedo al) estigma asociado con ser homosexual, y la aceptación (“inconsciente") de los estereotipos sociales sobre la homosexualidad. Esta definición es de Herek, Cogan, Gillis & Glunt (1997) y la encuentro suficientemente exhaustiva.
          Debo decir que también definimos dos tipos (o niveles) de IH: expresa y sutil. La IH expresa consiste en una actitud hostil hacia la propia homosexualidad y hacia la homosexualidad de los demás mientras que la IH sutil consiste (aun sin el rechazo de la homosexualidad per se) en una actitud negativa hacia los valores y costumbres de los homosexuales. Para esta distinción, me baso en el trabajo de Quiles del Castillo, Betancor, Rodríguez, Rodríguez & Coello (2003) sobre la homofobia de los heterosexuales y, si bien es cierto que las autoras no hablan de homofobia interiorizada, mi práctica clínica me hace ver que sí se dan estos dos niveles. Así, “homofobia interiorizada expresa” sería la del que rechaza su propia homosexualidad y/o la esconde, mientras que “homofobia interiorizada sutil” sería la del que (por ejemplo) ha salido del armario pero siente aversión por la pluma de otros gais. En este sentido, el desacuerdo entre los investigadores que han elaborado escalas (tests) para medir la homofobia interiorizada, puede deberse a que algunos miden IH expresa y otros miden IH sutil (a veces ambas). Es interesante que remarquemos que los gais experimentamos diferentes tipos de homofobia interiorizada a lo largo de nuestra biografía. Las primeras etapas de asunción de nuestra homosexualidad, aquellas en las que luchamos contra nuestro propio rechazo a lo que somos, se caracterizan por altos niveles de IH expresa. Igualmente, una vez que aceptamos que somos homosexuales, aún nos queda, a muchos de nosotros, niveles más que observables de IH sutil. Veamos, por tanto, en qué consisten estos “síntomas” de IH.


Maricones homófobos.
          Recuerdo una vez que un amigo me contaba que había leído, en el facebook de uno que él conocía, una frase así como “yo no soy gay porque sólo follo con tíos heteros”. Claro, nos partíamos la caja porque la frasecita tiene delito (y mucho). Un análisis más profundo (que es eso que hago cuando pongo el “modo psicólogo ON”) nos dice muchas cosas. Lo primero que nos dice es que el autor de la frase tiene una inteligencia limitada (lo siento, como diría Emilio Duró, ante semejante afirmación no hay manera de ser políticamente correcto). Es necesaria una inteligencia limitada para no caer en la cuenta de que no es la orientación sexual del otro sino la tuya la que te hace gay o heterosexual. Hace falta tener una inteligencia limitada para no darse cuenta de que, si esos hombres follan contigo, igual muy heteros del todo no son. Y hace falta una inteligencia limitada y mucha homofobia interiorizada para pensar que solamente es homosexual el que tiene sexo con otros homosexuales declarados. Es decir: que el afirmar la propia homosexualidad es lo que te hace gay y que, no afirmarla, te mantiene en la heterosexualidad. Además, este chico confundía heterosexualidad con comportamientos arquetípicamente masculinos y, además, identificaba homosexualidad con tener pluma. Curioso e ilustrativo ¿verdad? Sí, pero no es ésta la única forma de detectar nuestra homofobia interiorizada.
          En primer lugar tenemos la dificultad para asumir, aceptar o visibilizar nuestra homosexualidad. Esta dificultad va desde el extremo de “no quiero que nadie lo sepa” que nos lleva a escondernos y quedar siempre en citas con “hombres discretos” hasta el otro punto del “no necesito llevar una pancarta”. Como hay gente que tienen  muchas resistencias (y a ti, lector, no te pagan para que solucionarles la homofobia interiorizada) una buena herramienta para tu vida cotidiana y poder saber si alguien se está engañando a sí mismo (y trata de engañar a los demás) es con la pregunta “¿si fueses hetero te comportarías así?”. Ningún heterosexual, ante la pregunta de “¿estás casado?” se enfada ni lo considera una intromisión en su vida personal (un gay con IH sí lo considera). Porque es normal que se pregunte por el estado civil: si estás soltero no te gustarán actos sociales a los que asistirías con gusto si estuvieses casado. Y tampoco tendrás la misma vida social si tienes hijos que si no los tienes. Por eso te preguntan: para saber qué tipo de vida social pueden compartir contigo. Por otro lado, ningún heterosexual responde con eufemismos de “estoy con una persona” o “mi pareja”. Ningún heterosexual siente asco de sus propias prácticas sexuales (bueno, alguno del Opus Dei sí… pero no es precisamente un buen ejemplo de sexualidad saludable). Ningún heterosexual juzga negativamente su propia sexualidad ni se siente avergonzado de ella. Evidentemente (¡evidentísimamente!) eso se debe a que a los heterosexuales no les han machacado durante siglos con que su sexualidad es una asquerosidad ni les han dicho jamás que son unos “heterosexuales de mierda”. Las razones por las cuales nos comportamos de manera diferente son palpables. Pero de lo que se trata ahora no es de entender su origen, sino de sobreponernos al maltrato y de no perpetuar su efecto.
          Existe otra IH, la sutil, que tiene que ver con el rechazo de las costumbres y valores del colectivo. Quizá deberíamos comenzar desmontando el prejuicio de que un grupo de personas representan a la totalidad de los homosexuales. El día que yo oiga a un

heterosexual quejarse de que en el carnaval de Rio de Janeiro se da una imagen deplorable de los heterosexuales y que, “…cualquiera que los vea restregarse mientras bailan samba va a pensar que todos los heterosexuales son unos viciosos que sólo piensan en follar y divertirse”, me tomaré en serio lo que escucho de algunos gais que critican determinadas fiestas. Cuando lleguemos al apartado de vulnerabilización a la IH y hablemos del pensamiento tipo “todo/nada” aportaré más datos en esta línea pero, de momento, me ceñiré a recordar que nadie piensa (¡no, no lo hacen!) que determinados grupos representan a todos los homosexuales. De hecho, te adelanto un truco: cada vez que alguien me dice “sí, sí que lo piensan. La gente ve las carrozas y en seguida te sale con que eso somos los gais” yo contesto “no, no lo piensan. Lo piensa la gente de la que te rodeas y, muy probablemente, la gente que te ha criado, por eso crees que todo el mundo piensa así”. En un 95% de los casos, tengo razón. Y lo mismo con la pluma. Prosigamos.


“MaAarikOonah x shuEEeerteh, XuUulLaH HaStTAaa laAa MuerRTteEh”: formas curiosas (y jodidas) de homofobia interiorizada.
          Que tu comportamiento indique una visión distorsionada en negativo de la homosexualidad y de los homosexuales, implica homofobia interiorizada. Que mostrar tu homosexualidad (o que se sepa que eres gay) te cause malestar, es homofobia interiorizada. Que tiendas a juzgar en negativo todo lo que tenga que ver con la homosexualidad, es homofobia interiorizada. Pero también es homofobia interiorizada que reacciones a la defensiva o que tengas un comportamiento agresivo, así como tu desconfianza sistemática e injustificada.

·         ¿Maricón yo?: Nunca vas a leer este artículo porque nunca leerías nada que haya sido escrito por un homosexual. No eres homosexual porque te has “enamorado” de una mujer. En los vestuarios se te escapan las miradas a otros hombres y siempre gastas bromas de agarrase el paquete o restregarse. Pero la sonrisa de aquel compañero de trabajo nunca abandona tu imaginación (“es sólo una fuerte camaradería” te dices). Alguna vez, al masturbarte en la ducha, su imagen te visita justo cuando te acercas al orgasmo. Las mujeres te parecen absurdas pero (dices) se debe al machismo que tú mismo te reconoces. Insultas a los homosexuales. Cuanta más pluma tienen, más les gritas “¡Qué asco de maricón!”. Pero sabes que algún día llegará la hora de tu muerte y, sólo quizá entonces, reconozcas que la única vez que amaste con todo tu ser, fue a Manolo… que siempre fue mucho más que un amigo. Tanta homofobia interiorizada tenías, que nunca te aceptaste. Negaste la esencia de tu ser y jamás te permitiste, ni tan siquiera, pensar en quien verdaderamente eres. Vivirás sin haberte conocido y, lo que es peor, sin saber por qué odias tanto a quienes nos hemos atrevido a ser honestos con nosotros mismos. Que la vida te perdone.
·         Lo que no se sabe, no existe: Estás casado con una mujer, tienes hijos y buscas “sexo esporádico con similar discreto”. O estás soltero y nunca has tenido novia pero vigilas que nadie sepa que ves porno gay bajado de internet y que frecuentas el cruising para tener sexo anónimo. La ansiedad que te provoca el tan sólo pensar en lo que te supondría aceptar que eres homosexual, hace que tu mente se ofusque y que seas incapaz de reconocer tus propios sentimientos y deseos. Tu homofobia interiorizada te hace pensar cosas como “yo no soy como ellos”, como si ser homosexual incluyera tener un tipo muy determinado de personalidad o estilo de
vida. Tu IH te impide conocer a otros hombres abiertamente gais y esta incapacidad te impide que refutes tus ideas equivocadas y ahí sigues: con tu vida mediada por tus distorsiones. Sabes que para salir de este bucle necesitas un impulso inmenso, como el de un gran amor. Amor que te autosaboteas porque, en el momento que sientes un cierto afecto por un hombre, te asustas y te alejas. Algún día, el miedo a morir solo puede que sea mayor que el miedo a aceptar quien eres. No te impacientes. Nunca es tarde para ser uno mismo.
·         “¿Tienes que ser tan evidente?”. También es una señal de homofobia interiorizada la plumofobia. De hecho, hay un estudio (muy interesante) que muestra cómo la plumofobia es una de las señales más evidentes de homofobia interiorizada en hombres gais (Ortiz-Hernández. 2005). Las explicaciones son variadas pero todas giran en torno a lo mismo: la agresión recibida. En algunos casos la plumofobia se relaciona con un mecanismo muy simple de condicionamiento aversivo. Aquello que está presente en momentos de agresión, se termina convirtiendo en algo que te produce rabia, agresividad, aversión. Un ejemplo: si te has pasado la infancia de hospital en hospital, cada vez que ves una bata blanca te pones a temblar. Pues si te pegaban por ser amanerado, cada vez que a alguien se le escapa una pluma, te da rabia. Hay otro mecanismo explicativo y tiene que ver con la supervivencia. Si tener pluma es la señal que decía “soy maricón” a los demás niños y, ser detectado como maricón implicaba una agresión por su parte, la pluma se convierte en el detonante de una agresión y, al final, es preferible ocultarla para evitar agresiones. Todo esto explicaría el miedo pero no la aversión ¿no es cierto? Pues no: en el fondo, la rabia que te produce la pluma de los demás, tiene que ver con la rabia que te provocaba ser agredido por los demás. Y con haber sido humillado por el hecho de ser homosexual. Eso se explica muy bien cuando la plumofobia que sientes la explicas con frases como “es que nos señala a todos los demás y hace que la gente se piense que todos somos así”. Lo cierto es

que, por un lado esa pluma es involuntaria (excepto en algunos casos de los que luego hablaré) y me apuesto contigo lo que quieras a que ese hombre también hubiese preferido tener menos pluma (al menos en sus años escolares). El hecho de que consideres justificado que eso que hace esta mal y que debería esforzarse por evitarlo porque nos “mancha” a los demás (como si tener pluma fuese algo deleznable) es una señal muy poco equívoca de tu propia homofobia interiorizada.


·         Soy más macho (y más duro) que tú. Éstos cayeron víctimas del prejuicio que equipara homosexualidad con feminidad y tienen una acusadísima plumofobia ¡y misoginia! Sé que, en muchos casos se trata de hombres que han sido educados en ambientes donde las características viriles eran poco menos que deificadas y que ellos no han sido capaces de cuestionarse la educación que han recibido. Recuerdo las declaraciones del líder de un grupo nazi-gay exclamando “Casi todos los nacionasocialistas tienen un piercing, “botas de cuero skinheads” tradicionales y pantalones vaqueros, lo que sea  convertido en un fetiche sexual para nosotros desde hace mucho tiempo, así como las cabezas rapadas. Por nuestra naturaleza, las relaciones sexuales son bruscas. Son similares a la pasión primitiva. Algunos de nosotros tenemos esclavos, pero a menudo no son nacionalsocialistas. Consideramos el sexo como algo sagrado. En modo similar a cómo los creyentes tratan a Dios. El sexo es una transmisión de la pasión, las emociones, el placer y -por último pero no menos importante- el esperma dentro del cuerpo de un hermano. Damos parte del uno al otro. Esta es una parte muy importante de nuestra vida sexual. Desde fuera, puede parecer como si tratamos el sexo sin pensar demasiado, pero este no es el caso, cada acto de la relación sexual entre hermanos tiene un significado más profundo. Es una ceremonia secreta entre devotos” (Gais nazis). Por otra parte (y esto es muy importante) se sabe que las relaciones sadomasoquistas provocan una subida y posterior descenso (muy acusado) de cortisol en los sumisos, lo que encajaría perfectamente con el sexo BDSM como un mecanismo para gestionar (reduciendo) los niveles altos de ansiedad de hombres que padecen IH (una especie de “esta ansiedad sólo se me quita con un buen par de hostias” ver Sagarin, Cutler, Cutler, Lawler-Sagarin & Matuszewich, 2009). Al final, toda esta parafernalia de exaltación de una virilidad impostada, una visión sesgadísima de en qué consiste ser un hombre y, más concretamente, un hombre homosexual, así como la necesidad de reducir una ansiedad tan alta, es un buen caldo de cultivo para ambientes en los que abunde el BDSM. Por cierto, nunca lo he dicho, pero una de las razones por las que me resulta difícil tomar en serio la visión sobre la homosexualidad de Focault (aparte de por ser filosofía y no ciencia) es que Focault era un hombre torturado que viajaba de garito sadomaso a garito sadomaso en busca de amos que lo zurrasen bien. Me resulta difícil animarme a considerar en serio la postura sobre la homosexualidad de alguien con tanta homofobia interiorizada y entiendo que prefiriese desarrollar toda una explicación sobre que la homosexualidad es una construcción social y no algo innato ya que, debido a esa homofobia interiorizada suya, le resultaba imposible asumir su propia homosexualidad.

·         Maricona por suerte, chula hasta la muerte. ¿Qué sucede cuando reprimes
fuertemente algo? Que puede pasarse al lado más opuesto de la represión y llegar casi a la caricatura. Y no hablo de hombres que se dedican al showbussiness donde todo puede (casi que debe) ser excesivo. Tampoco de hombre que, a través de la caricatura, ofrece una crítica de costumbres, usos o modos sociales como pudo ser Ocaña (Ocaña) Tampoco hablo de alguien que, a través de la performance, crea un foco de atención hacia cuestiones de calado como la salud (Un vuelo de placer) ni tampoco hablo de un artista que, subido a un escenario, ofrece diversión y entretenimiento. O de alguien que, sin ser artista ni pretenderlo, se dedica a ser quien le da la gana sin tener que dar explicaciones a nadie. No estoy hablando de nada de lo anterior (que no es que sea respetable, es que es genial). Estoy hablando de un intento permanente de llamada de atención, sin más, que convierte, a algunos, en “las chonis del mundo gay”. Cierto que algunos genios era excesivos en sus modos pero también es cierto que el porcentaje “genio-choni” suele estar en torno a 1-100. A menudo encuentras hombres gais con comportamientos hiper-mega-ultra estereotipados que, además, suelen tener la intención de epatar. Yo, a menudo, suelo preguntar: “bien… todo esto divertido pero, detrás de esta pose tuya, ¿qué más hay? ¿Qué más tienes de especial? ¿Qué más tienes para ofrecer que justifique este intento tuyo permanente de ser el centro absoluto de atención y de desviar, sobre ti, la atención prestada a los demás, como si los demás no se mereciesen ser atendidos? ¿Qué tienes tú, como persona, que haga que merezcas ser atendido por delante de los demás?”. Si hay respuesta y ésta tiene sentido, quizá estemos ante un genio. En caso contrario, estamos ante cualquiera de las 99 personas restantes… que necesitan sentirse protagonistas. La homofobia interiorizada tiene varios modos de actuar pero, en este caso, es terrible porque (a) lo que tenemos delante es una persona homosexual que piensa que lo único que puede ofrecer un gay es espectáculo y (b) alguien implícitamente convencido de que sólo ofreciendo espectáculo, merecerá ser atendido por los demás. Al final, lo que te encuentras dentro de una “choni del mundo gay” es una persona a la que nadie ha hecho caso, con una necesidad inmensa de llamar la atención y ser tenido en cuenta pero que no ha sido capaz de encontrar un medio más constructivo para hacerlo. El problema, al final, es que si un ratito eres divertido, al cabo de una temporada empachas y la gente termina marchándose de tu lado… una y otra vez.


·         Maricas malas. Ay, estos personajes entrañables que todos conocemos. El marica mala comparte muchos rasgo del trastorno pasivo-agresivo. Por ejemplo, como no se atreve con la confrontación directa porque tienen graves deficiencias de asertividad,
muestra su resistencia a través de, por ejemplo, sabotear las actividades conjuntas. Él nunca te dirá que no le gusta un local pero se pasará toda la noche criticándolo y poniendo morros. Otra característica que comparte es la de sentirse siempre discriminado y tratado injustamente por los demás. También culpan a los demás de todos sus errores (“sí, yo lo he hecho mal, pero ha sido por culpa tuya”). Normalmente se caracterizan por tener actitudes arrogantes, amenazantes y desafiantes pero en el fondo son inseguros, tienen baja autoestima y una elevada necesidad de autoafirmación. Y aunque nunca llegue a la agresión física, son capaces de sacarte de tus casillas con su agresividad verbal y sus continuas tocaderas de coj---. Un marica mala es alguien a quien la vida le ha enseñado a ser sumiso desde el punto de vista de la asertividad pero con una enorme rabia invadiéndole. En muchos casos, provienen de entornos en los que se les ha reprimido al máximo la expresión de sus enfados, no se les ha permitido expresar aquello que les hería y han adquirido este estilo tan indirecto y manipulativo que les caracteriza. Por otro lado, su agresividad y falta de autoestima se manifiesta en un fenómeno curioso: tienden a descalificar a los demás para poder, ellos, sentirse menosmierdas de lo que se sienten. Muchos, sin embargo, han visto estos rasgos reforzados por el “ambiente” y han aprendido estos modelos de comportamiento en otros gais sin haberse detenido a pensar que aquello no era una forma correcta de relacionarse. Han copiado lo peor del ambiente y lo siguen perpetuando. Porque pueden aducir que la vida les ha tratado mal pero, como veremos más adelante, uno tiene siempre la decisión final sobre si quiere vivir victimizado… sobre si quiere ser una buena persona o no. En el fondo, lo que hay en un marica mala es mucho dolor, mucha rabia y, por qué no decirlo abiertamente, mucha cobardía y muy pocas ganas de aprender a ser mejores personas.
·         “No me fio ni de mi sombra”, “me van a agredir”, “me van a rechazar”, “me voy a quedar solo”. A fuerza de haberte sentido decepcionado, has acabado desconfiando de todo el mundo. Y ahora pones en tela de juicio todo lo que los demás hacen. Y tergiversas sus intenciones. Y, les pides explicaciones o te enfadas 

con ellos sin causa justificada. Haces sentir incómodos a todos los que te rodean porque a nadie le gusta sentirse permanentemente bajo sospecha. Eres hipercontrolador y si, alguna vez algo sale mal, la culpa siempre es de los otros. Y, encima, te sorprendes de que tu red social sea tan escasa. ¿Quién querría ser amigo de alguien como tú? Haber vivido en un contexto homófobo, donde todo el mundo se reía de ti y no podías, en efecto, fiarte ni de tu sombra, naturalmente que te exigía vivir en perpetuo estado de escrutinio mental de las intenciones ajenas… pero ya no. Tu homofobia interiorizada es tal que vives el mundo como un lugar amenazante. Vives con el guión mental “voy a ser agredido” y tu mundo es un perpetuo conflicto. Como si las vivencias de tu infancia/adolescencia hicieran eco, una vez tras otra, en tu cabeza. Y no sales de ahí porque, efectivamente pero ahora por causa tuya, vives en un conflicto permanente. En el conflicto que tu desconfianza y recelo provoca en los que te rodean. Y eso, finalmente, no hace sino reforzar tu guión mental “los maricones se quedan solos”. Hace unos años sí, cuando eras un niño/adolescente indefenso, en un país con una homofobia que nada tiene que ver con la actual (más información) pero libérate de esa homofobia interiorizada que te hace estar a la defensiva porque es ella la que te ha instalado en el conflicto y el miedo a verte solo.

·         Me pongo de los nervios. Cada vez que se va a hablar de un tema que guarde una cierta relación con tu homosexualidad, te sube la ansiedad. Que te pregunten por tu estado civil en el trabajo, que llegue la reunión familiar “con todos mis primos casados y yo siempre el único que va solo y me preguntan a ver cuándo me echo novia”, que alguien te diga que te vio el sábado por la noche entrando en un bar… cualquier cosa que pueda convertirse en “una pista sobre” o en el antecedente de una conversación en la que fuera pertinente hablar de tu homosexualidad, te provoca una inquietud paralizante. Como he explicado en (mierda en el alma) y en (te romperé los esquemas) esto es también un signo evidentísimo de homofobia interiorizada porque esa ansiedad tiene que ver con la convicción implícita de que serás agredido (un guión mental distorsionado) que está afectando al modo en que te relacionas con el mundo). Digamos que esta reacción es la parte emocional de los guiones distorsionados de los que hablo en el punto inmediatamente anterior.
·         No te puedes fiar de ningún gay. Celos, dudas, temores. Tú siempre poniéndote en lo peor. Temiendo que le envíen whatsapps a tu novio, que le escriban por facebook. Sospechando de todos sus amigos por si acaso son algo más. En tu cabeza resuenan esas voces que te hacen recordar una vez y otra cosas como “todos los gais son unos promiscuos” y que “los que van de fieles son los peores”. Podríamos pensar que la homofobia interiorizada es evidente (y lo es) porque este hombre tiene una idea totalmente distorsionada acerca de los hombres homosexuales: promiscuos, infieles, mentirosos. Además, hace juicios a la totalidad basándose en ejemplos particulares (vale que los gais que te encuentras en el mundo de la noche o en los chats tengan este perfil ¿pero también lo tiene quienes no frecuentan estos espacios?). Lo que hay detrás, es un enorme complejo de inferioridad. Suelo preguntar “Si todos los gais son/somos promiscuos… ¿eso significa que tú también lo eres?” ¿Sabes? Es muy triste que, la mayoría de las veces me encuentro respuestas del estilo de “… bueno, no… yo es que… yo, bueno… yo es que no soy tan guapo como él. A mí no me entrarían tanto como a él”. Al final, además de homofobia interiorizada, encuentras un prejuicio contra los hombres atractivos (por lo visto no se puede ser guapo y buena persona a la vez) y un complejo de no ser tan atractivo como cualquiera de los demás hombres que se le puedan cruzar en su camino a tu novio. Como imaginas, aquí hay mucho trabajo que hacer en lo relativo a la autoestima, ¡mucho!

“Me llamo tal y así fue cómo me convirtieron en víctima”.

El proceso de victimización está presente en el proceso de interiorización de la homofobia. Al fin y al cabo, alguien con homofobia interiorizada se considera a sí mismo (implícitamente) alguien que será el centro de todas las miradas y agresiones, por el hecho de ser homosexual. En muchos casos, lamentablemente, va acompañada de una susceptibilidad que no acompaña a la realidad ni responde a lo que realmente ocurre a su alrededor en el presente. A veces las fronteras entre la víctima y el victimista, son difusas y se participa de uno y otro lado. Es fácil caer en el victimismo, pero que sea fácil no significa, desde luego, que sea lo adecuado. Quedémonos en que la persona victimizada tiende a centrarse muchísimo en su propio sufrimiento viéndose a sí mismo (o al grupo al que pertenece) como el centro de todos los ataques y agresiones.

          Complementariamente y como hemos visto, la persona con homofobia interiorizada, ha incorporado en su mente una idea distorsionada -en negativo- de la homosexualidad y los homosexuales. El gay con IH expresa, rechazará su propia homosexualidad y el gay con IH sutil, rechazará la “muestras de homosexualidad” de los demás.
          Lo primero que uno se pregunta es “¿algo tan grande se forma en el colegio, al iniciarse la socialización del niño?”. Bueno, siempre hay muchos factores que pueden agravar la situación (por ejemplo, una predisposición genética a la depresión) que hagan que niños con entornos familiares acogedores, terminen no siendo capaces de soportar el bullying homofóbico en el colegio. Pero como nos recuerdan los profesores, las bases del comportamiento de los niños vienen de sus familias y esto es así para los agresores y para
las víctimas. Recuerdo una vez, hablando este tema con un paciente que trabajaba de profesor en primaria, que me decía “Tengo un alumno que, a su lado, Falete es un camionero. Pero ninguno de la clase tiene cojones de meterse con él porque viene de una familia que lo apoya al 200% con su homosexualidad y el crío está superempoderado… no consiente que le falten el respeto jamás”. La familia, en efecto (¡como siempre!) es el principal vulnerabilizador  (o fortalecedor) ante la homofobia. Pregunta a quien quieras que, si tuvo apoyo en casa, te dirá algo así como “mi madre fue la primera en decirme que fuera por el mundo con la cabeza muy alta… y como ella no se avergonzaba de mí, yo tampoco”. Eso no significa que debamos permitir el acoso homofóbico en las escuelas mientras que los padres apoyen a sus hijos sino que, en caso de acoso o de insulto homofóbico, quien se verá más afectado será aquel que también en su casa, sienta el rechazo de sus padres. Por el contrario, quien sienta el amor incondicional y apoyo de su familia, se indignará y sufrirá ante el insulto pero, desde luego, no tendrá las consecuencias psicoemocionales futuras del otro caso. ¿Por qué? Porque la fuente primaria de información sobre uno mismo proviene de los cuidadores del niño en las etapas iniciales de la vida y éstos “cuidadores” suelen ser los padres. Lo que los padres piensen del niño será lo que el niño crea de sí mismo. Si el niño, en su casa, oye a su padre gritarle a ese cantante de la tele “¡qué asco de maricón de mierda!”, cuando el niño oiga el primer insulto en el colegio (“¡maricón!”) ya estará vulnerabilizado, ya habrá pensado que merece ser insultado porque él es algo malo: ¡lo dice su propio padre!

          En este sentido, es bueno que recordemos algo importante: los investigadores del maltrato infantil han mostrado (Dean, Malik, Richards & Stringer, 1986) que los niños maltratados desarrollan un modelo mental (“niño inútil/adulto perfecto”) justificando el comportamiento inadecuado de los padres de forma que consideran que merecen ser castigados o recibir el trato que reciben (una amplísima revisión puede verse en Cantón & Cortés, 1997). Así, cuando somos pequeños, ya no sólo no nos cuestionamos ni lo injusto ni lo absurdo de la homofobia de nuestros padres, sino que la justificamos y nos consideramos merecedores de ese maltrato. De esta forma, cuando salimos al mundo y los demás nos insultan por ese mismo motivo, ya venimos victimizados, ya aceptamos que ese maltrato, por más que nos duela, es algo que “merecemos” y que no nos queda más remedio que soportar. No hay nada que te destroce más que unos padres homófobos.

“Los pendientes y las medias son para las mujeres”.
          Una vez oí esta frase en la boca de un padre homófobo y se la espetaba a su hijo. De hecho, la historia venía porque el chico (bueno, ya tenía cerca de treinta años) se había puesto un pendiente de esos de aro pequeñito y, a causa de algo tan insignificante, se había montado un cirio de dimensiones extraplanetarias en la familia. Ése, sin embargo, no era el único punto de conflicto. Aquel padre era un hombre con unas ciertas “limitaciones intelectuales” y acostumbraba a pensar de forma monolítica. Veía las cosas ya no sólo de una única manera sino, además, sin posibilidad de matices. Para él, las cosas sólo podían de ser una forma (hombre: heterosexual, pelo corto, pantalón y camisa) sin lugar a variaciones. Esa forma de ver las cosas no sólo la aplicaba a la sexualidad o a los códigos de vestuario. También a la política (franquista declarado, sólo existía una España posible e indivisible) o a las amistades (“o conmigo o contra mí”). A mí me gusta decir que este tipo de personajes son “espectadores de Intereconomía desde antes de que existiera esa cadena” porque el modo en que funcionan sus cerebros es el que mejor encaja con una programación donde les dan las cosas “ya pensadas” y encajadas en sus paupérrimos esquemas mentales. Claro, luego llega una cadena con un formato así y este tipo de personas quedan enganchadas. Vienen de un sistema político y educativo que les ha hecho pensar así y, como en sus vidas no han existido conflictos que les hagan cuestionarse las cosas, siguen pensando monolíticamente. Dicho de otro modo: en sus vidas ordinarias y siguiendo la norma, no han necesitado ejercitar su pensamiento crítico ni pensar en matices. Pero al no haberlo necesitado y no haberlo hecho, no han podido servir de modelo a sus hijos. Entonces llega el problema para el hijo gay (¡y de los grandes!) porque él sí que necesita que le enseñen que la vida es diversa y todo está lleno de matices pero, si sus propios padres no son capaces de pensar flexiblemente ¿quién coño le enseña a él a hacerlo? ¿Cómo quieres ser capaz de detectar tus distorsiones mentales, de ser capaz de ver las cosas con matices y de ser capaz de pensar críticamente si quien debería haberte enseñado a hacerlo, no es capaz? ¡No puedes hacer algo que nadie te enseñó a hacer! Es más, no puedes porque ya no es que no te hayan enseñado a pensar con flexibilidad, es que te han enseñado a justo lo contrario. Por tanto eres víctima de la homofobia de tus padres porque te trauma, porque te vulnerabiliza y porque te inculca modos disfuncionales de razonamiento. ¡Eha! ¿Y pretendes que no te afecte, maricón? ¿Cómo no te va a afectar?
                En resumen, el proceso de vulnerabilización a la homofobia guarda mucha relación con el contexto de la primera parte de tu vida. Si vives en un contexto disfuncional (con, por ejemplo, unos padres maltratadores aunque ese maltrato no esté directamente relacionado con tu homosexualidad) es mucho más probable que desarrolles la sintomatología propia de la homofobia interiorizada y que los sentimientos de culpa propios del niño maltratado, una vez comenzasen los insultos en el patio de la escuela, te harían considerarte (“inconscientemente”) merecedor de un trato así también por parte de tus compañeros de colegio. Si tu familia es una familia homófoba, la vergüenza de creerte algo malo y desviado, así como la distorsión en negativo sobre lo que piensas acerca de ti mismo, te acompañará desde el primer día así que, cuando llegues al cole, ya estarás previamente vulnerabilizado y serás una víctima propicia para agresiones físicas o verbales con el agravante de que no te sentirás capaz de contar lo que te sucede en el colegio cuando llegues a casa, porque ello te supondría reconocer tu homosexualidad y eso te causaría el rechazo explícito por parte de tu familia. Así, tu sensación de abandono y de indefensión se multiplicará y te hará crecer con una inmensa sensación de soledad y con la convicción de que nada podrás hacer para cambiar un destino tan cruel. Para colmo, dado de que los homófobos suelen tender a ese “pensamiento monolítico” del que antes te hablaba, te habrán entrenado a pensar tú también así y te será muy difícil encontrar vías y alternativas para ti, para tu autoconcepto, para ni tan siquiera plantearte que las cosas no son como te han dicho. Y así quedarás convertido en víctima, incapaz de verte en positivo, asumiendo los insultos como parte inevitable de un destino que, sin querer, consideras merecido o, al menos, inevitable. Así es cómo te convirtieron en víctima.

Escapando de la homofobia interiorizada.
          La intervención en homofobia interiorizada es un tema amplio que requiere a veces
mucho tiempo y, a veces, muy poco. Eso depende mucho de la voluntad del paciente y del momento vital en que se encuentre. A lo largo de estos años, he escrito sobre diferentes aspectos de la homofobia interiorizada y de cómo intervenir para solucionarla así que creo que lo mejor que puedo hacer, para no repetirme demasiado, es ofrecerte el enlace al artículo donde hablo de ello. Así podrás ampliar mucho más esta información y saber no sólo el qué, sino también el cómo (que es de lo que se trata ¿verdad?). Aquí te dejo con los enlaces y el resto de información. Mientras los lees, recuerda bien lo que te digo siempre: quiérete mucho, maricón.

·         Homofobia y distorsiones cognitivas:
El papel que juega la homofobia interiorizada en nuestros esquemas y guiones mentales distorsionados (nuestro “software mental”) lo desarrollé en “Te romperé los esquemas” (Reestructurando esquemas y guiones mentales): “Ya te imaginas cuál es mi función durante la terapia cuando llegamos al nivel de esquemas: detectar los esquemas tempranos que has incorporado y hacerte consciente de ellos. Tras eso te plantearé modos de sustituirlos por otros esquemas mentales donde la representación interna de ti mismo sea mucho más justa y objetiva. Recuerdo un caso de un chico que había desarrollado un esquema de hipervigilancia porque sufrió bullying homofóbico en el colegio. En aquellos años cada día le pegaban, le insultaban y si había que gastar una broma pesada a alguien, se la gastaban a él. Cuando se cambió al instituto se dedicó a tratar por todos los medios que nadie notase que era gay: controlaba su ropa, postura, lenguaje, la entonación de su voz. Para evitar que volvieran a acosarlo, se dedicó a tratar de controlar todas y cada una de las características que podían denotar su homosexualidad. Al final se convirtió en un hombre inseguro que siempre estaba atemorizado ante la idea de cometer cualquier equivocación. El esquema subyacente daba por sentado (1) que ser homosexual era algo risible, (2) que la única forma de evitar el acoso era reprimiendo las “muestras de homosexualidad” y (3) que, para ser querido, debía mostrar únicamente cualidades dignas de elogio: ¡debía ser perfecto! Durante su terapia tuvo que reconocer que se sentía permanentemente insatisfecho consigo mismo porque se había trazado un objetivo irreal: no podía ser perfecto ¡porque nadie en este mundo lo es! Yo no vendo terapia mágica, así que no le hice creer que él era perfecto tal cual era, sino que insistí en que debía aprender a ser respetuoso con sus defectos (que los tenía, pero menos de los que él pensaba ¡y muchas más virtudes!). El trabajo con él estuvo relacionado primero con dejar de considerar la homosexualidad como un defecto y, segundo, con  desvincular homosexualidad de agresión. Trabajamos para que se diese cuenta de que su software estaba desactualizado y que, afortunadamente, ya no le servía para vivir en el siglo XXI. También trabajamos para enlazar homosexualidad con características positivas (revisando las obras de personajes históricos homosexuales que realizaron importantes aportaciones a nuestra civilización) pero, fundamentalmente, con realizar toda una batería de experimentos conductuales que contradijesen sus falsas creencias. Experimentos que le demostraron que el hecho de expresar su homosexualidad no conllevaba una reacción negativa por parte de los demás. Experimentos como mencionar las palabras “mi novio” durante un corrillo en el trabajo o el ir en metro leyendo una revista de temática gay (y darse cuenta de que podía leer tranquilo porque todo el mundo pasaba olímpicamente de él). Al final, su ansiedad se redujo, empezó a sentirse más cómodo ante la idea de “cagarla” de vez en cuando y, sobre todo, empezó a sentirse a gusto ante la idea de que todo el mundo supiera que él es gay. El esquema “gay equivale a agresión porque es algo deshonroso” estaba por fin roto”.

·         Ansiedad:
Así pues, el hecho de haber padecido acoso homofóbico a lo largo de nuestras vidas, nos deja una marca consistente en que, a la de nada, se nos dispare la ansiedad hasta niveles muy altos y, lo peor de todo, es que muchos de nosotros no somos conscientes de ello porque estamos tan habituados a vivir estresados que nuestra ansiedad nos parece “nuestro estado normal”. A menudo, muchos hombres gais sólo se hacen conscientes de su nivel de ansiedad cuando caen en la cuenta de que están dominados por conductas compulsivas (como el sexo) o que –ante estímulos objetivamente neutros- interpretan amenazas por todas partes”. Puedes ampliar esta información aquí (Ansiedad). No es necesario que hayas recibido el maltrato directamente, de hecho las víctimas de TEPT pueden serlo tan sólo por haber presenciado un maltrato del que no se sienten a salvo. Esa ansiedad nos puede hacer caer víctimas de adicciones a las sustancias o al sexo, tener serios bloqueos, problemas de confusión mental, dificultades de inteligencia emocional o situaciones serias como TOCs (TOCs)

·         Homosexualidad asertiva:
Si viviésemos nuestra homosexualidad de manera asertiva, hablaríamos con naturalidad de todo lo que tuviese relación con nuestra afectividad. Llegaríamos al trabajo el lunes por la mañana y, cuando cualquiera de los compañeros comentase que ha ido con su mujer a visitar (por ejemplo) Mahón, nosotros contestaríamos algo así como "- pues Arturo y yo hemos estado en una casita rural, que teníamos muchas ganas de hacer una escapadita romántica". Iríamos con nuestro novio de la mano por la calle, comentaríamos con naturalidad con nuestro médico el hecho de que somos homosexuales... y con la tendera, el albañil y la vecina del sexto (esa que es tan mayor y que se sabe la vida de todo el bloque) porque el hecho de que nuestra homosexualidad fuese conocida nos parecería tan irrelevante como que se supiera la marca de nuestro coche o la compañía de teléfono con la que tenemos el móvil. Si esto no es así ¿a qué puede deberse?” (Homosexuales asertivos)







Referencias

Cantón, J. & Cortés, M. R. (1997). Malos tratos y abuso sexual infantil. Siglo XXI editores. Madrid.

Dean A. L., Malik M. M., Richards W & Stringer S. A. (1986). Effects of parental maltreatment on children's conceptions of interpersonal relationships. Developmental Psychology, 22( 5), 617-626.

Herek G. M., Cogan, J. C., Gillis J. R & Glunt E. K. (1997). Correlates of Internalized Homophobia in a Community Sample of Lesbians and Gay Men.  Journal of the Gay and Lesbian Medical Association 1997, 2, 17-25

Quiles del Castillo, M.N., Betancor Rodríguez, V., Rodríguez Torres, R., Rodríguez Pérez, A. & Coello Martel, E. (2003). La medida de la homofobia manifiesta y sutil. Psicothema, 15 (2),  pp. 197-204.).

Ortiz-Hernández, L. (2005). Influencia de la opresión internalizada sobre la salud mental de bisexuales, lesbianas y homosexuales de la Ciudad de México. Revista de Salud Mental 28 (4); 49-65.

Sagarin B. J., Cutler B., Cutler N., Lawler-Sagarin K & Matuszewich L. (2009). Hormonal Changes and Couple Bonding in Consensual Sadomasochistic Activity. Archives of Sexual Behavior (38) 186–200

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